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El arte de opinar


El artículo de hoy fue publicado en una revista y ha sido adaptado para su publicación en este blog por Cristian un amigo de Santa Fe (Argentina).

Eso es lo que realmente hago o por lo menos lo que intento hacer. Pero no es tarea fácil opinar -nunca dije que lo fuera-, sino que es una de las cosas más difíciles que hay para alguien que tiene el don de escribir. Noticias hace cualquiera (vivimos rodeados de noticias). Pero la opinión es totalmente diferente. Se necesitan ideas, y para eso es mejor informarse y no ser prejuicioso. Para opinar hay que tener noción de lo que se dice, del contexto en el que interactúan las palabras y de la gente que va a leer el artículo.


Para muchos opinar es tan cotidiano como las discusiones laborales, en la mesa cuando vamos a comer o con los amigos los fines de semana. Lo cierto es que opinar significa mucho más que eso, no sólo es "quejarse todo el tiempo de lo que nos pasa" sino que, al mismo tiempo, estamos reflexionando sobre lo que vemos, sentimos u oímos. Hacer una afirmación semejante sería pensar como un ignorante.

Decir que opinar es quejarse todo el tiempo sería pensar que cada periodista, columnista y político no hace más que escribir en un pedazo de papel lo que todo el mundo sabe -y entiende-, en vez de trabajar de verdad y ocuparse de algo más importante. Opinar es no quedarse en los hechos, sino meterse más adentro, buscar el "¿por qué?" y el "¿para qué?" de las cosas, encontrarle alguna solución a las miserias que se viven a diario. El arte de opinar. Digo arte porque hay que saber de lo que se escribe, investigar o leer un diario por lo menos. Pero fundamentalmente hay que saber escribir, y no cualquiera escribe correctamente. Aquí es donde opinar queda enmarcado en un arte mucho más importante y casi esencial: el de la escritura.

Realmente no me importa caer en personalismos, no busco llenarles la cabeza a las personas con mis alocadas teorías sobre la realidad y las soluciones. Pero tampoco me gustaría vivir dentro de una sociedad vacía, sin preguntas ni respuestas. No querría ser parte de un conjunto que vive simplemente porque puede y no se pregunta por qué vive y para qué. Por eso hago opinión, en vez de escribir relatos cortos, noticias o poesía; cada uno nace para algo en la vida, tiene preferencias hacia una cosa más que hacia otra. Yo opino, admito que vivo quejándome, pero si no lo hiciera sería igual a cualquier otro que mira Gran Hermano sin reprocharse nada, sin pensar que es un programa que vende basura y que -paradójicamente- la mayoría de los argentinos lo miran.

Con este párrafo termino una tarea que me llevó dos días. Armé esto porque veo que las personas hablan sobre algo que no siempre conocen, opinan -como yo lo hago- pero sin informarse antes, sin preguntarse si saben sobre lo que van a hablar. Es difícil meterse en esta burbuja pero es maravilloso cuando uno está dentro, porque a mí, que me gusta discutir sabiendo, me da la posibilidad de escribir la primera letra para el debate. Así termina este trabajo -porque escribir también es un trabajo-, no esperando que alguien se retracte, pero sí tratando de que todos se acuerden de una frase: "yo soy lo que escribo, yo soy como escribo".

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